


2019, fue el año en que entendí y me quedó grabada la palabra: “RESILIENTE” hasta la última de mis células.
2019, Me obligaste a sacar fuerzas de los rincones más profundos de mis ganas agotadas, me hiciste empujarme con las pocas fuerzas que me quedaban, me obligaste a rendirme y a seguir de pie, aguantando, esperando a que una nueva corriente llegara con la convicción en mi corazón de que “todo cambia y todo pasa”, sólo así pude mantenerme. Me hiciste resistente, me obligaste a quedarme de pie aunque sintiera que el agua corría fuerte, que la marea subía, que mis pies se congelaban. Sí, has sido uno de los años más incómodos de mi vida, de esos que todos los días los contaba como un día menos y sabes que,… hoy que veo para atrás mis 365 días de incomodidad, puedo decir que me gustó, que estoy agradecida de haber llorado tanto, de haberme sentido tan gris tanto tiempo, de dejar correr la ansiedad y aceptarme en todas mis etapas. Agradezco que me hiciste rendirme, a dejar de pelear, a aceptar lo que sentía y así completo dejar que todo eso me atravesara, me enseñara, me limpiara y me cambiara. Terminé rendida y cansada de ti, me llevaste contra la pared para obligarme a pensar diferente, a romperme, a reencontrarme, a tirar lo que ya no necesitaba, a replantearme todo, a sentirme incómoda 24 horas por semanas y meses. Sí, pero esa era la manera en la que pude expandirme, ver más allá de mis tantas expectativas, ideas y planes, poder ser honesta conmigo y ver que lo que antes pensaba hoy ya no soy, ya no quiero y ya no significa algo para mi. Me enseñaste a ponerme límites, a aceptar cuando las cosas son y si no lo son, a aceptar las que van a ser y soltarme. Me enseñaste que aún cuando todo parece que se amontona en contra de mi, puedo seguir decidiendo que quiero ver y cómo lo quiero ver, qué quiero sentir y cómo lo voy a transformar.
Hoy me siento con más herramientas para los momentos incómodos y extraños, hoy puedo reconocerme en lugares donde no me gustan y saber que voy a poder con eso porque “ya he estado aquí”. No sé si me siento más fuerte, pero ya se que sí puedo sacar más fuerzas para caminar.
Les escribo esto porque sé que para muchos el 2019 fue un año raro, y quiero que sepas que no estuviste solo, que muchos estuvimos en esa tormenta y que sabes, si vemos para atrás, hay mucho que rescatar.
Hemos cambiado mucho, y nos hemos descubierto o estamos por descubrirnos en otro lugar… no sé si mejor o peor, pero es diferente. Creo que todos aprendimos a saber que todo pasa, a soltar, a tomar aunque sea la orillita de lo bueno, a disfrutar lo que hay, a esperar sin pensar nada más, estar y disfrutar el huracán. Aprendiste a sacar las alas cuando no había manera de pisar el suelo, aprendiste a aguantar las piedras cuando no había manera de no caminar descalzo, aprendiste a seguir sosteniendo con fuerza cuando creías que tus músculos iban a soltarse, aprendiste a respirar aún cuando te sentías debajo del agua, aprendiste a imaginarte el sol en plena oscuridad y saber que aún en el mar revuelto el agua se vuelve a calmar. Te diste cuenta de lo fuerte que puedes ser con simplemente estar de pie, descubriste la fuerza de tus pies y el gigante de acero que late en tu pecho. Creciste y te reconociste, como un ser humano diferente. Sobrevivimos a una metamorfosis donde nuestros pulmones se expandieron para tomar más aire y aferrarnos a la vida más fuerte, y así aprender a volar como semillas en el viento, contra corriente o a favor, sobre tierra árida o fértil, como sea resistiendo con la vida para florecer, aguantando con fé que llegará el momento correcto para echar raíz y salir empujando la fricción del aire… sí.
lo logramos pasó.
Hoy creo que si el 2020 viene igual o peor, tu y yo ya tenemos muchas herramientas para vivirlo mejor, para construir en medio de alta mar y saber navegar en la tormenta.
Sólo me queda abrazarte con mi corazón y decirte que eres un valiente y lo has hecho muy bien, porque tu corazón sigue de pie junto al mío.
Gracias 2019, por enseñarnos la belleza del caos.

A veces el amor llega como una lluvia en plena primavera, sin tapar el sol, sin empapar el pasto. A veces las nubes ni si quiera tienen pista de ser de lluvia, no hay viento… pero ella llega, suave y llueve sin molestar, para que sientas las gotitas en tu cara y haga un poco de magia sólo porque así se le ocurrió. Así a veces llega el amor, y en esas veces corremos para cubrirno, sacamos el paragüas, nos escondemos porque “no se supone que debe de ser así” porque “esas bonitas sorpresas no son de esta época” o no “son para mi”.
A veces el amor llega de sorpresa, bonito, como no lo esperábamos e imaginábamos y a veces se nos olvida lo bien que nos hace, lo delicioso que es cuando existe en el tiempo que sea y de la manera que sea.
A veces se nos olvida que el amor puede ser bonito, suave y mágico, y que merecemos esas lluvias en primavera, ese amor bonito que nos sorprenda.

Entre más me camina la vida, me gusta más la vida pequeña, con un grupo pequeño de amigos que estén cerquita de mi corazón, con una casa pequeña que sea fácil llenar de olor a ponche o de café, llenarme de pequeñas plantas para que quepan en cada esquina de mis ojos, pequeños recuerdos para que sólo sean los que me hacen sacar pequeñas sonrisas de complicidad y que caben en todos los microsegundos de la vida, unos pequeños libros que en pocas hojas me recuerdan al pasto recién cortado, al sonido del mar y así de tan pequeñitos que me caben en cada ojo los más valiosos, un pequeño trabajo que me deje estar cerca de las pequeñas cosas que me importan y me deje tiempo para disfrutar otras más. Me gusta saberme cada vez más chiquita, haciendo más pequeñas las dosis de arrepentimiento, de juicio, de enojo, de frustración… todo más pequeño. Un corazón pequeñito del tamaño de una partícula donde ha sido escrito el universo entero, en un micro pedazo de una existencia pequeñita, como yo en mi pequeñito lapso de viaje fugaz.

Qué la vida siempre nos encuentre dando un abrazo,
regalando besos,
haciendo reír,
dando al desconocido,
amando sin medida,
con el corazón lleno de flores,
sonriéndole de frente.

Qué las marchas más firmes, con las filas más cerradas sean creadas con nuestra congruencia y nuestras acciones.
Qué el conocimiento nos prohíba a seguir viendo y viviendo las cosas iguales, que nuestra voz se alce sin miedo, que no nos demos chance de dar vuelta atrás o de dudar y que nuestras manos se sientan más fuertes cuando tomen la mano de alguien más. Sólo así podremos hablar de evolución, de cambio y de merecer ser humanos en este planeta.

Yo te acompaño.
Yo voy junto a ti,
a tu ladito,
a pasar por lo oscurito,
o por lo soleado,
sobre los charcos,
o caminar en el pasto.
Yo te acompaño,
Yo voy a tu lado,
No creo tener las mejores respuestas,
ni los mejores salvavidas,
no creo conocer los mejores remedios,
ni saber donde se encuentran todas las salidas de emergencia… pero
Yo te acompaño,
Yo estoy cerquita,
para que encuentres o te pierdas mientras buscas,
para que te equivoques y no te sientas solo
para que vayas y regreses,
para que lluevas y ardas
para que camines o vueles
Yo te acompaño
con mis silencios, y mis palabras
con mis ojos que hablan más que yo
con mis libros y mis historias
con mi música y mis colores
Yo te acompaño
sin juzgarte
sin dejarte de abrazar
sin soltar tu mano
sin abandonar tu luz o tu sombra
Yo te acompaño.

La vida es como un río, el agua sigue corriendo y no para, a veces se calma, a veces encuentra piedras, a veces te empuja super suave a la orilla o te deja un tronco para descansar.
A veces te deja disfrutar el paisaje en algún lago, pero nunca te deja detenerte porque la inercia del agua y su fuerza te jala, te impulsa, te hipnotiza para que sigas el cauce del río y ver qué hay más allá, qué sigue.
Te obliga a dejar atrás lo que ya paso, y como puedas mientras fluyes vayas reponiéndote, rearmando, reinventando tu manera de dejarte ir, no hay manera de regresar jamás.
Como sea yo llevo mis flotis.

Saber aMAR
Con todo y marea
Con todo y brisa
Con todo y playa y tormenta
Saber aMAR
Con todo y sol
Con todo y sabor a sal
Con todo y la noche estrellada
Saber aMAr
Con todo y arena
Con todo y el horizonte observándonos
Con todo y la oscuridad en mi profundidad
Saber aMAR
Con todo lo que traigo dentro para acompañarte a navegar.
Saber AMAR
– Llunue Vivanco Muñoz

Me he descubierto… y no, no tengo sangre en las venas, ni músculos en las piernas, no tengo huesos debajo de la piel, ni pensamientos en la cabeza; tampoco tengo pulso, ni aire en mis pulmones.
Tengo bosques en cada célula, cascadas y ríos corren por mis venas, tengo el canto del lobo en mis labios y un sin fin de mares en los párpados. Estoy hecha de hielo, de arena y de lava, mis huesos saben a tierra, y mis ojos están llenos de estrellas. No tengo un nombre, porque he sido todo, mis ideas son rayos de sol y truenos de tormentas, he descubierto que no palpito, llevo el canto de los huracanes y el baile de las ballenas. Mis huellas digitales son flores, y de mis suspiros surgen semillas. Cuando lloro escurre constelaciones y cometas, y en mis sonrisas se asoman enredaderas. En mis sueño caminan elefante, y tigres cuidan mi ausencia. Llevo el canto de los delfines en mis ideas, y mis palabras saben a fresas, suenan a viento y huelen a fuego.
Me es imposible separarme de lo que soy, se m hace imposible olvidarme de donde soy porque soy como cualquier piedra, como cualquier huracán o como cualquier ballena, estoy hecha de ellas y ellas de mi.
Somos sólo el verso de un gran poema llamado naturaleza.
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