Día 5 del 4 La vida aprieta

Hay días que la marea sube, que el viento toma fuerza y el sol nos deslumbra. Hay días que el corazón se comprime, las palabras nos ahogan y la sal en los ojos no nos deja ver… hay días que la vida aprieta y hace doler.

Y esos días que nos atrapa y nos deja inmóviles, que sentimos miles de cuerdas enredadas por todo el cuerpo sin poder subir a la superficie a respirar con esa incomodidad y ese miedo de ya no poder más, esos días la vida sólo nos deja resistir, aguantar, esperar y patalear como en una inercia… automático, supervivencia o instinto.

No sé si es nuestra alma que nos sostiene o nuestra memoria de saber que ya hemos pasado por ahí o nuestro inconciente que sabe que vendrá la calma… pero nos mantenemos ahí en pleno huracán, nos mantenemos buscando la superficie.

A lo mejor la vida suelta y nos deja después subir a respirar, o a lo mejor logramos resistir y patalear hasta aparecer en una nueva corriente, o tal vez nos acostumbramos a vivir con ese “apriete” en los respiros. Sólo sé que cuando llegamos a la calma, todo vuelve a tomar perspectiva, podemos acomodar las cosas mejor, ver un poquito más clarito y volver a sacar los remos para navegar antes de que apriete de nuevo.

Y en ese viaje de navegante, la maestría está en que cada vez la vida nos apriete menos, y que cada vez lleguemos a la superficie más fácil. Ahí entonces nos daremos cuenta que la vida no aprieta, sino que somos nosotros los que pataleamos para el lado incorrecto en lugar de dejarnos llevar y confiar en el mar.