Lo que nos queda.
Y pa cerrar el día, dedicado a mis papás, mi mejor suerte de la vida, la mejor parte del menú de mi existencia, mis superhéroes top one, mis cómplices máximos
Se lo dedico también a todos los que han tenido la suerte de encontrar “el amor de sus vidas” y poderlo contar en miles de arrugas…
Lo que nos queda.
…y al final de la historia, cuando nos tomamos las manos otra vez, sin darle importancia; como cuando tomas la toalla para secarte en ese baño de diario en uno de esos días cualquiera… entonces notamos en ese silencio que lo que nos ha alcanzado y se ha quedado entre los dos hasta hoy, es ese mismo silencio que sea ha vuelto familiar; que ha dejado de ser incómodo, que ya tiene miles de palabras, acuerdos, recuerdos.
En ese silencio descubrimos que es la belleza de las costumbres; lo monótono de las rutinas; lo predecible de las historias repetitivas que contábamos como si fueran novedad; los chistes que perdieron su gracia, pero se volvieron un clásico; las mañanas con las mismas preguntas y las mismas respuestas; las preocupaciones en la sobremesa de cada domingo; las noches en la cama con las mismos pendientes que postergamos días, semanas, años o toda una vida… y así, nos damos cuenta que mientras recordamos “lo de siempre” una sonrisa suave se empieza a levantar en el recuerdo de las mañas y sus discusiones, y entonces nos damos cuenta que realmente amamos esa monotonía; esa parte predecible, automática y hasta añejada, que se ha convertido en los momentos más ricos de la vida; hasta las incomodidades rutinarias; que esas mañas tan odiadas con las que peleamos todas las vidas por cambiar o quitar, ahora son esos tesoros y tejidos que fueron abrazando y manteniendo cálido el hogar, que poco a poco convirtieron los días en lugares acogedores, familiares, comunes, seguros… que esas molestias insignificantes; esos regaños y enojos, nos convirtieron en un lugar de brisa y sol, donde nos sentimos protegidos, queridos y aceptados; y que a pesar de aplastar la pasta de dientes por la mitad o de subir los pies a la cama; de tronar los dedos en la mañana; de bailar cuando nadie baila o de tomar el café con popote y de ponerle sal a las quesadillas; de limpiarte los dientes en la mesa; de decir que eres especialista cuando sólo leíste un artículo; de sacar un chiste cuando me quejo de tus ronquidos… esos rincones incómodos, se volvieron algo tan nuestro, tan íntimo, tan secreto entre los dos que ahora, mientras aprieto tu mano para decirte lo que ya sabes… Disfruto saber que esos lugares comunes y molestos los transformamos en querer, después en amor y años más tarde en complicidad, para así reencontrarnos mil veces todos los días, de todas nuestras diferentes maneras y mañas de ser, y decirnos “Sí” otra vez… Mil veces más.
Llunué Vivanco Muñoz