Esa urgencia de pararnos

Esa urgencia de pararnos

Esa urgencia de pararnos

Esto siempre me ha llamado la atención : cuando alguien tiene un tropiezo y cae al suelo, sea: bebé, niño, adulto o anciano, siempre hay esta “urgencia” de -sin importar como haya caído- o que le duela, o cual sea su estado, de inmediatamente levantarlo.

¿Por qué?

Siempre que veo algo así, me da un tipo de “preocupación o nervio” porque pienso que a lo mejor sufrió una torcedura, herida o fractura, y el levantarlo o moverlo puede empeorar la situación. También pienso en que a veces sucede tan de prisa, que entre el susto y la pena (en su caso), la persona herida no ha tenido el tiempo de saber qué pasó y darse un minuto para ver cómo se siente y qué necesita hacer. Inclusive, el acto de “levantar a alguien” en la mayoría de las veces no implica saber su voluntad simplemente: ASÍ SE HACE  para que pronto se nos quite el susto a todos, todo vuelva a la “normalidad” y digamos:

“NO PASÓ NADA”

Ahora pensando un poquito más, ¿qué no es esta acción el reflejo de nuestra sociedad y la vida?

La omisión de las caídas, los errores, las dolencias, las fracturas, las heridas…

¿Puede ser esta actitud lo que nos hace no poder aprender de nuestros errores, no saber enfrentar nuestros sentimientos, no confrontarnos  con el dolor y la incomodidad y salir de ahí sin haber aprendido nada? .Nos levantamos para hacernos creer y hacer creer que no pasó nada y seguir… y a lo mejor esa falta de conciencia nos hace  repetir la caída porque no nos fijamos que nuestros pies quedaron lastimados, que la suela de nuestros zapatos fue la causante, que a lo mejor en ese pedazo de calle hay un desnivel que no habíamos visto, etc. pero NO, no nos dimos el tiempo ni de preguntarnos a nosotros mismos NADA.

Aquí no pasó nada… todos suspiramos y  seguimos caminando (no oigo, no oigo, soy de palo…)

¿Qué pasaría si cada vez que tropezamos, nos rompemos, nos equivocamos o caemos, nos diéramos un tiempo para  saber y sentir lo que sentimos, respirar, ver dónde hay dolor, qué lo causó,  o a lo mejor quedarnos ahí un rato y llorar si es necesario, desinflamar la parte herida, acomodar nuestros pensamientos y entonces levantarnos y seguir?

¿Qué sería de nuestro dolor y de nuestros días grises, si nos diéramos tiempo de sentirlos, aceptarlos y darnos el tiempo para abrazarnos un poquito más?

¿Qué sería de esas heridas si las hubiéramos curado cuando sólo era un raspón?

¿Qué sería el aceptarnos un poquito más, querernos un poquito más y darnos permiso de no siempre ser fuertes, “perfectos” e insensibles con nosotros?

¿Qué pasaría si cada dolor nos ayudará a curarnos más y a no repetir el mismo camino?

Sí PASÓ ALGO…

si un día me tropiezo, no me levanten porque seguramente me tomaré mi tiempo.

Qué se nos quite la prisa de levantarnos-.

Comments are closed.

Post navigation

  Next Post :
Previous Post :