Todavía tengo esperanza…

Todavía tengo esperanza…

Todavía tengo esperanza…

En el 2017 mi visión del mundo, de la humanidad y de mi país dió un giro de 180 grados. Mi percepción de nosotros como humanidad se volvió de confusa y caótica, a llena de esperanza.
La tierra siempre nos da lecciones de vida, a veces no nos gusta en la manera tan extrema como lo hace porque sin duda nos toma por sorpresa y deja a muchos heridos, destrozados o se los lleva. Pero entre tanto caos nos deja las enseñanzas más importantes, y saca de nosotros lo mejor o lo peor, depende de cada uno tomar la lección como trampolín o como condena.
En el 2017 México sufrió un terremoto, el primero en el que he estado consciente de todo lo que un fenómeno natural así podría causar, y en el que era parte de la población capaz de ver por los demás; ayudar, apoyar y salvar vidas. Miles de personas perdieron sus viviendas y familias; edificios, casas y plazas se volvieron inservibles, nuestro universo se detuvo por 2 semanas. Lo único que existía en nuestras cabezas, corazones y manos era: AYUDAR… quien fuera y cómo fuera. Trabajamos dos semanas con todo el corazón, con toda la energía para levantar escombros, dar alimento, sostener edificios, salvar vidas, llevar agua, cubrir del frío, tapar heridas… sin dormir, sin detenernos, sin pensar en recompensas. Éramos manos dispuestas a curar, a curarnos como sociedad en estado de emergencia, con frío, con dolor, con cansancio, con tristeza, con miedo… Extraños ayudando a  otros extraños como si fuéramos familia. Se nos olvidaron los nombres, los títulos, las colonias, los horarios, las divisiones,  y las ideas que por tantos años nos han dividido y  que siempre han sido inservibles y construidas con miedos hechos de polvo.
Y entonces, en medio de este caos, yo estaba con el corazón lleno, mis lágrimas y miedos se mezclaban con una rara sensación de felicidad y descubrimiento, tenía amor y esperanza, viendo como surgía de nosotros lo mejor que podíamos dar.  En realidad estábamos quitando nuestros escombros, los que dejamos olvidados en el corazón que estaban cimentados en miedos e ideologías falsas, para sacar lo que realmente nos construye: la empatía, el reconocernos como  simples humanos.  Re encontrarnos en ese momento cargando piedras y vernos a los ojos, para saber que no sabíamos el nombre del otro pero sabíamos que si alguno de los dos hubiera estado bajo esa loza, el otro estaría ayudando. Sabiendo también que los dos sentían miedo, frío, hambre y tristeza y aún así estaban ahí parados hombro con hombro, por “alguien” que podría ser uno de los tuyos. Porque sabíamos que la única diferencia entre estar cargando pedazos de paredes y estar luchando por la vida, era suerte.
Entonces, de entre las semillas que guardo en el  corazón brilló :la EMPATÍA. Esa semilla me llené de  esperanza, no sólo para mi país si no para el mundo entero. Para la política, la sociedad, la economía, la educación, la naturaleza y el medio ambiente.
Desde ese día percibo al mundo diferente, me percibo diferente; instalé la bandera de la empatía en cada célula de mi cuerpo, en cada pensamiento y en cada uno de mis proyectos. Creo que nos estamos acercando, estamos despertando, nos estamos conectando a un fin mayor que nos incluye a todos. Estamos abriendo una visión que antes no conocíamos, y que además de darnos la oportunidad de acercarnos los unos con los otros, puede curarnos. Tengo la esperanza y la fe, de que nos sanaremos en el corazón y salvaremos la existencia de la raza humana. Creo en el poder de la empatía, creo en el poder del amor, el corazón y la capacidad del hombre para verse sin miedo, y sí creo que nuestra mayor arma para esta era de cambio y creación de una nueva manera de sostenernos es la: EMPATÍA.  Si nuestra visión deja de ser personal y logramos identificarnos de igual manera con el otro, desde un ser humano hasta un delfín, si logramos entender que en el fondo sentimos, pensamos y queremos lo mismo, si logramos ponernos en el lugar del otros y entender que si el otro está en paz y pleno eso nos conviene y nos ayuda a nuestra paz y plenitud; entonces, crearemos buenos empleos, seremos justos al hacer leyes, respetaremos todas las maneras de expresión,  dejaremos de juzgar el amor y la fe,  escucharemos a otros seres vivos, haremos espacio para todos, trabajaremos no sólo para nosotros si no para todos, abrazaremos a los cercanos para llegar a los lejano, seremos más justos al pensar hacia todas las direcciones antes de tomar una decisión, nos consideraremos parte de todo.
Si comenzamos a colocar la semilla de la empatía en cada uno de nuestros actos, pensamientos y sentimientos, estaremos creando un bosque que nos cubrirá a todos con sus hojas, nos sostendrá con sus raíces y nos levantará hacia otras alturas, haremos un tejido que nos mantendrá existiendo sin importar las temperaturas, los temporales o las sequías.
Yo siempre he creído que somos más los buenos, que los buenos somos todos.
Foto: Leopoldo Gutierrez

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